l 2 de enero tendrá lugar una Súper luna, esto es, sucederá
la fase de luna llena mientras nuestro satélite se encuentre en el punto de
mayor acercamiento a la Tierra: el perigeo. La diferencia de tamaño aparente de
las Súper lunas con otras lunas llenas no es enorme, pero estas noches de Súper
luna proporcionan buenas ocasiones para levantar la vista hacia Selene y
reflexionar sobre sus misterios.
Plenilunio en el perigeo
En su órbita elíptica en torno a la Tierra, la distancia de
nuestro satélite va cambiando, llegando a alcanzar casi los 407.000 kilómetros
en los momentos en que se encuentra más lejos (el apogeo). En sus posiciones
más cercanas, su distancia puede descender hasta menos de 357.000 kilómetros y,
por tanto, en estas ocasiones la Luna se nos ofrece con un tamaño aparente
mayor. Es lo que se ha venido a llamar una Súper luna. Se trata de tan sólo un
14% de diferencia en el diámetro con respecto al tamaño aparente de la Luna en
el apogeo. No es una diferencia enorme, no hay que esperar a ver la Luna
llenando la mitad del cielo. Sin embargo, sí que es una diferencia apreciable,
y las Súper lunas han pasado a ser un pretexto para llamar la atención sobre
nuestro bello satélite.
Podría parecer que el 'plenilunio en el perigeo' (un término
que a los astrónomos nos suele gustar mucho más que el de 'Súper luna') es el
mejor momento para observar los detalles de la Luna. Pero, en mi opinión que ya
he expresado más de una vez, esto no es así. Cuando nuestro satélite está en
fase de luna llena, la iluminación sobre su superficie es prácticamente
vertical, por lo que apenas se producen sombras. Es una iluminación
blanquecina, uniforme y sin contrastes, que borra la finura del relieve,
que no permite distinguir las paredes de los cráteres ni los promontorios.
Suele ser mucho más agradecido observar la Luna en
fase de cuarto creciente o menguante, cuando la línea que divide la zona
iluminada de la zona oscura (el 'terminador') permite observar las sombras
creadas por la iluminación oblicua. Es ahí donde debemos focalizar nuestra
atención, pues el juego de luces y sombras que se produce en esa región que
separa el día y la noche lunares sí que permite apreciar la profundidad de los
cráteres o la altura de los promontorios.
Cráteres y mares
Pero esto no significa que debamos desaprovechar esta
Super luna de principios de año, con nuestro satélite tan cercano y tan
iluminado, para echar un vistazo. Las noches de enero, cuando están despejadas,
pueden ser las más transparentes del año. Y en el plenilunio, al difuminarse
los detalles menores, es posible localizar los rasgos principales de la cara
visible con mayor facilidad. Los 'mares', esas grandes extensiones de terrenos
llanos que ocupan un tercio de la superficie visible, aparecen como las zonas
más oscuras. Se llaman así por haberse pensado en la antigüedad que podían ser
océanos similares a los terrestres. En la parte este, los mares forman una
figura parecida a un cangrejo cuyo cuerpo serían los mares de la Serenidad y de
la Tranquilidad y las pinzas el de la Fecundidad y el Mare Nectaris.
Si tenemos la suerte de disfrutar de una noche fría y de
cielo bien transparente, con unos prismáticos, podremos gozar de una buena
observación de los detalles del disco lunar. Al estar en el plenilunio, la
Luna se levantará según se haya puesto el Sol, a las 18h47 m (hora peninsular).
Pero para que la capa atmosférica atravesada por la luz lunar sea menor,
conviene esperar a que la Luna se levante suficientemente sobre el horizonte
para enfocar nuestros prismáticos y deleitarnos con una observación que puede
llegar a ser espectacular.
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